Este último año ha sido un año muy sanador para mí, posiblemente el más sanador de mí vida, se han transformado muchas cosas dentro de mí y mi manera de entender, ver y sentir otras de fuera. He pasado (y todavía me queda transitar una parte del camino), situaciones difíciles que me han llevado a procesos físicos y emocionales, complicados, dolorosos, largos pero muy transformadores.
Se que todavía me queda transitar parte de este camino, y ojalá no me despiste, ni me desvíe, y mi proceso interno siga en el centro de mi mirada y de mi energía. Es tentador a veces desviarse, y aparecen esas partes de mí que están cansadas de sostener emociones desagradables y que buscan salir del malestar entreteniéndose y distrayéndose con otras cosas más emocionantes y divertidas. Pero la realidad es que hay que conectar para sanar y me rindo a transitar la parte del proceso que me queda, tal y como como venga.
He tenido momentos de transitar situaciones dolorosas, de sostener emociones incómodas, de sentir mucha soledad, de despedirme de cosas y de personas…y otros, como en el que me encuentro ahora, de reflexión profunda y de búsqueda del sentido, de todo lo vivido y de todo lo aprendido. Y quiero plasmarlo hoy en estas líneas, porque esta reflexión que hoy hago para mí, podría también hacerla para muchas personas que hay en mi vida, también para muchas que acompaño en psicoterapia.
Si hoy tuviera que elegir una diferencia entre la María de hace un año y la María que soy ahora, diría sin duda que he recuperado mi autenticidad, que estoy muy conectada con quien soy de verdad, con lo que necesito y con lo que quiero en la vida, más allá de esas partes agradables y complacientes, que me han acompañado tantos años.
Se que me queda parte de camino para que esa conexión con quien yo soy de verdad sea plena, pero me acompaña la seguridad de que el camino es éste, y que ninguna relación, ni ninguna situación que viva, va a alejarme de este camino, de ser lo más yo y lo más auténtica posible.
Y esto me ha llevado a reflexionar mucho sobre la autenticidad y el trauma. El trauma te roba la autenticidad, te impide mostrarte y sentirte como eres, te lleva a irte poniendo capas de protección, para no sentir el dolor de la herida, y te pones tantas que ni tú mism@ te reconoces y por supuesto los otros tampoco.
Cuando somos pequeñ@s, si hemos vivido trauma en la relación, ya sea por abuso o por negligencia y abandono, tuvimos que elegir seguro entre ser auténticos y estar conectados con nuestros deseos y necesidades, o el vínculo con mamá y papá. De niños no tuvimos más remedio seguro que sacrificar nuestra autenticidad, porque necesitábamos esa relación para poder sobrevivir. Y seguimos la vida así, desconectad@s de lo que sentimos, de lo que necesitamos, complaciendo las necesidades de los demás, ajustándonos a las expectativas del mundo, con dificultades para decir que no…en definitiva, alejándonos cada vez más de nuestra esencia y de nuestra verdad.
Por eso nos encontramos de adult@s perdid@s en la complacencia, o disociad@s de quien somos, o con enfermedades graves como el cáncer o otras enfermedades autoinmunes…Y lo que ocurre es que el dolor de no ser un@ mism@, de estar alejado de la autenticidad, es tan grande y tan profundo, que tiene una fuerte pulsión de salir para sanar, a veces haciendo síntomas físicos y emocionales graves, para que pueda ser atendido y mirado.
Y en la vida adulta podemos elegir vínculos que nos lleven a perpetuar las heridas (eligiendo a alguien como mamá o papá) o vínculos seguros, en los que podamos ser como somos, mostrarnos vulnerables, expresar nuestras necesidades, y el otro estará al otro lado para acoger todo eso y ese vinculo entonces nos ayudará a sanar. Pero… ¿por qué nos cuesta tanto?, ¿por qué nos resulta tan difícil, quedarnos en la autenticidad y renunciar al vínculo?. Me incluyo porque a mí también me pasa. A mí me cuesta porque es una decisión que de cualquier manera supone transitar un dolor y hay que aceptar eso. Supone elegir entre el dolor por renunciar al vínculo con una persona o el dolor de renunciar a nuestra autenticidad, a nuestro alma… Y estoy muy segura, porque además puedo decirlo desde mi experiencia y desde la de otras personas que acompaño en psicoterapia que han vivido trauma en la relación, que no hay nada que duela más que renunciar a ser tú mismo de nuevo.
Sin embargo se, que cuando abrazas tu autenticidad y te enfrentas al dolor de perder una relación, en la que no puedes ser tú mism@, en la que no quieres estar, en la que no eres feliz, en la que no hay reciprocidad…transcurrida la rabia y la tristeza, aparecen otros vínculos nuevos más frescos, más auténticos, más sanos…Personas que te conocen, te aceptan, te acompañan y te quieren como eres, ahora que eres tú de verdad.
Maria Aguado es psicóloga registrada en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Especialista en terapias para personas con alta sensibilidad, para afrontar procesos de duelo o Abuso narcisista, y maternidad consciente.