Hoy soy la psicóloga que siempre me han contado que no debía ser, pero la que yo siempre he querido ser. La que yo soy, la que siempre he sido, la que yo era en lo más profundo de mi alma.
Cuando empecé a estudiar psicología, continuamente mis profesores me decían que el psicólog@ era una persona que tenía que acercarse al otro de forma neutra y objetiva, sin sentir nada, sin que se te moviera nada. Después cuando continué formándome, ya fuera de la universidad, también he recibido mensajes de este tipo. Quizá no tan rígidos, pero desde esa misma mirada.
Y así empecé mi recorrido profesional, trabajando con niñ@s muy herid@s, con mujeres muy dañadas, con familias muy rotas… Y yo no era capaz de afrontarlo de esa manera, como algun@s de mis compañer@s hacían y como hasta ese momento me habían contado. Me preguntaba muchas veces: ¿será que yo no sirvo para esto?, ¿será por mi sensibilidad?, ¿será que tiene que pasar tiempo para endurecerme?, ¿será por mis partes heridas que se abren por estas situaciones que vivo?…¿será, será, será…?. Se activaba mi parte crítica, que en ese momento desempeñaba una función muy antigua y no se portaba de una forma muy amable conmigo. Y entraba en ese dialogo interno tan feo, que me entristecía mucho y me hacía sentirme poco capaz, poco válida para esta profesión de ayuda.
Pero afortunadamente había momentos en los que yo podía escuchar otra voz dentro de mí, más amorosa y más cercana a mi esencia, que aunque me hablaba muy bajito, me decía que lo que me ocurría estaba bien , que era humano, que era fruto de la capacidad que yo tenía para conectarme con los otr@s, para ponerme en su piel. En definitiva, esa voz me contaba que aquello que me ocurría, era mi luz, no mi sombra.
Y empecé a trabajar en mí, a conocerme más, a sanar mis heridas… Bueno realmente eso nunca he parado de hacerlo. Así es la vida para mí, un camino de aprendizajes y de cambios, de evolución, para llegar a ser quien de verdad eres.
Ahora puedo decir que cuando acompaño a las personas en psicoterapia, lo hago de forma consciente y conectada. Estoy muy atenta y pongo foco en las partes de mí que se pueden activar en la sesión y que no ayudan porque son mías, para colocarlas en mi “estantería de asuntos pendientes” y atenderlas luego. Sólo así puedo acompañar desde la curiosidad, la comprensión, el amor, la compasión, la aceptación, la calma…
Pero a la vez puedo decir que soy..
La psicóloga que a veces se emociona y llena sus ojos de lágrimas en consulta, cuando alguien consigue algo muy importante…
La psicóloga que se impacta cuando la persona cuenta algo muy doloroso e injusto y se le pone la piel de gallina..
La que a veces hace autorrevelaciones para mostrar a la persona que también estuvo ahí y pudo sanar y seguir, y que a veces vuelve ahí y no pasa nada..
La psicóloga que se trae una preocupación a casa después de una sesión..
La que puede tener algún detalle con algún paciente si le sale del corazón…
La que pregunta por cosas importantes fuera de las sesiones y manda emoticonos con corazones…
La psicóloga que abraza a sus pacientes y se nutre y se enriquece de esos abrazos…
La que manda alguna canción significativa, para ayudar en un proceso…
La que ve a sus pacientes como alumnos y maestros, la que aprende de ellos cada día y está agradecida por ello…
La psicóloga que limpia energéticamente la sala y pone incienso, para empezar la siguiente sesión con el mínimo de cargas posibles de otr@s…
La que cuida el espacio de la sesión, para que la persona se sienta en un lugar seguro…
Así soy yo, la psicóloga que quiero ser
Maria Aguado es psicóloga registrada en el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Especialista en terapias para personas con alta sensibilidad, para afrontar procesos de duelo o Abuso narcisista, y maternidad consciente.