Psicóloga PAS en Alcalá De Henares

Desde niña siempre me ha acompañado una sensación profunda de que era diferente, de que tenía una manera de funcionar internamente muy distinta a otros niñ@s de mi edad y también a otros adultos de mi entorno. Recuerdo desde que tengo uso de razón tener las emociones a flor de piel. Sentía todo de forma muy intensa, cualquier cosa que a ojos de los otros era poco importante, a mí se me hacía un mundo.

Enseguida me di cuenta de que tenía una capacidad, casi innata, para ponerme en el lugar del otro, para conectarme íntimamente con los demás e intuir cómo se sentían. Era capaz de captar mucha información de la gente, hasta los detalles más sutiles de la comunicación, no pasaban desapercibidos para mí. Esto me abrumaba muchas veces y me llevaba a perderme en las necesidades y las emociones de los demás.

Le daba muchas vueltas a todo, un pensamiento me llevaba a otro y a otro, y así mi cabeza se convertía en una centrifugadora, llena de dudas y de cansancio. Me molestaban mucho los olores, los ruidos fuertes y la luz, ¡que hubiera sido de mí sin mis gafas de sol que siempre me acompañan, en días de claridad y en días nublados!

También recuerdo muchos momentos de sobreestimulación y de bloqueo. Momentos en los que ya no podía más, necesitaba aislarme y quedarme en soledad y en silencio para recuperar la paz. Me viene a la cabeza como me enfadaba y perdía el control, cuando alguien venía a invadir ese espacio. Sentía que me estaban privando de algo esencial para recuperar mi equilibrio. Y así crecí escuchando muchos mensajes del tipo:

He vivido buena parte de mi vida sintiéndome culpable y con el sentimiento de que había algo que no estaba bien en mí. He ido pasando etapas de mi vida intentando adaptarme a los grupos que he ido perteneciendo, reprimiendo y no dejando ver mi sensibilidad, mi profundidad, mi intensidad, para encajar como alguien normal y poder así pasar desapercibida. Hacía lo que los demás esperaban de mí, para complacer a mis padres, a mis amigos, a mis profesores, a mis parejas, al mundo… Crecí desconectada de lo que soy, de mi esencia, de mi alma, con muchas dificultades para encontrar mi sitio en el mundo.

Por eso siempre digo que, cuando supe que era PAS fue un antes y un después en mi vida. De repente lo entendí todo y le di una comprensión profunda a todo lo que había vivido. De pronto tanta confusión, encontró un sentido. Y a partir de ahí empecé a recorrer el camino, en el que todavía me encuentro, porque no acaba nunca, de explorarme, de conocerme y sobre todo de reconciliarme con mi sensibilidad, con mi profundidad, con mi intensidad… He leído mucho sobre el tema, me he formado para ello y acompaño a personas en este proceso de descubrir y trabajar que son PAS desde mi profesión y mi lugar en el mundo.

Reconozco que no ha sido ni es un proceso fácil. Me encuentro con muchas dificultades cada día para afrontarlo, las que me pone el mundo y las que yo misma me pongo a veces.

Vivimos en un mundo que no está hecho
para personas altamente sensibles

Que requiere que seamos como máquinas, eficaces y con éxito, en el que las emociones son un estorbo y te debilitan. Ser altamente sensible requiere muchos desafíos y aprendizajes, pero según vas superando todo esto, te das cuenta de que ser sensible, ser empático, conectarte íntimamente con todo…no es una debilidad, sino una fortaleza. Ser altamente sensible es un regalo para ti mismo y para las personas que tienes cerca, pero tienes que aprender a gestionar la alta sensibilidad.